Juan
Evo Morales Ayma (JEMA) —así como admiten incluso algunos que están en
su gobierno— es candidato todos los días y Presidente de Bolivia hace
más de 10 años.
Por
eso es una imprecisión decir que ya empezó la campaña suya y de sus
llunk’us para que en el referendo del 21 de febrero del próximo año “si
el pueblo lo quiere” que vote sí para que el ciudadano de Orinoca ejerza
el cargo por cuarto y por quinto período, es decir, hasta 2030, un
cuarto de siglo, y quizá más.
A
propósito del período de gobernante de JEMA, fue el actual canciller,
David Choquehuanca, el que para el diario gubernamental, Cambio, dijo
que los masistas iban a respaldar, electoralmente y se supone de otras
formas, a su hermano Evo, el 2014, el 2020 y el 2025.
En
verdad es difícil establecer cuál movimiento del Presidente no es
electoral o electoralista. Incluso sus brabuconas, que le han jugado
malas pasadas, parece que él cree que son aciertos en su cotidiana
campaña electoral. Y es necesario recordar que toda esa campaña, en sus
más diversas formas, lo hace con dinero de los bolivianos.
El
Presidente entrega obras, al estilo de un alcalde o subalcalde, en
tiempos electorales, lo que está reñida con normas del país, aquél lo
hace como ningún otro gobernante. Obras que sobre todo son canchas
deportivas, viviendas (pocas), aulas escolares, mercados, y algunas
industrias o empresas de servicio. Éstas, en cambio y casi todas, o
trabajan a pérdida o producen para sobrevivir o las cierran porque
quiebran. Entre las cerradas está la empresa constructora del Ejército,
clausurada luego de su primera obra (un camino en los Yungas paceños)
que no concluyó y la empresa estatal que explotaba hierro en el Mutún
(Santa Cruz).
Las
mentiras del gobierno y/o del Estado se propagan desde esa cansona de
campaña electoral situada en la plaza Murillo, la que es sede principal.
Ejemplos de esas mentiras: se asegura que los movimientos sociales son
los que han propuesto la reelección por cuarta y quinta vez de JEMA; que
éste no haría campaña electoral para sí mismo; que el MAS sólo gastaría
Bs4.000.000 y que lo demás sería aportado por los movimientos sociales,
como la oferta de los productores de regalar para la campaña una
cantidad de coca del Chapare; que ni el primero ni el segundo
mandatarios iban a postular a la reelección (por cuarta vez,
reiteramos), después de 2020; que JEMA, diga en la ONU, que el
capitalismo tiene que ser desterrado, a pesar de su alianza con los
empresarios, criollos y transnacionales. La lista podría seguir.
El candidato-Presidente es a la vez y ante todo un “héroe”, según sus incondicionales partidarios:
Supuestamente
JEMA es como ese Dios creado por los fanáticos: todo lo dice y todo lo
hace: la reunión, en Santa Cruz, del Grupo de los 77 + China; la visita
del papa Francisco a Bolivia; el Dakar, por tercera vez y aunque degrade
el salar de Uyuni; la demanda de nuestro país contra Chile, ante la
Corte Internacional de Justicia, de La Haya, para que el vecino país y
su Estado dialogue con el boliviano y negocie una salida al Pacífico,
con soberanía; he ahí las hechuras del “héroe” del Palacio Quemado. Y
este es un inventario muy parcial de las supuestas hazañas suyas.
La
CIA, para potenciar la candidatura a la presidencia de Bolivia de René
Barrientos Ortuño, luego de su fase golpista y dictatorial, provocó
presuntos “atentados” contra la vida de aquel general de la Fuerza Aérea
Boliviana.
Así
como lo que hacía ese tenebroso organismo de inteligencia yanqui, hace
poco el ministro Juan Ramón Quintana, que algo tuvo que aprender en los
cursos de la CIA a los que asistió como alumno, hace semanas y el último
fin de semana denunció que descubrieron un plan para acabar con la vida
de JEMA.
Hace
horas, apoyados en una información difundida por las nuevas tecnologías
de la información y de la comunicación (TIC), de acuerdo al cotidiano
Cambio (03-10-15), los yanquis habrían invertido $us.- 4.000.000 para
acabar con la vida del Presidente.
No
debemos olvidar que también se informó que en países de la Unión
Europea, le negaron al avión presidencial, con JEMA y su comitiva
dentro, aterrizar en aeropuertos suyos, lo que habría puesto en riesgo
la vida de aquéllos. Entonces se añadió que el Presidente de Austria fue
el único que, en la UE, facilitó que esa nave opere en su aeropuerto y
que así se brindó el apoyo a los distinguidos pasajeros. Han pasado
algunas horas de la visita del Presidente austriaco el que retornó a su
país con la máxima condecoración que concede el Estado boliviano: El
Cóndor de los Andes.
Antes también se anotó que Eduardo Rozsa Flores y los operadores a su mando planearon ultimar al primer ciudadano del país.
Con
razón se afirma, y nosotros tomamos nota de ello, cada vez que JEMA
juega el papel de víctima le va bien y muy bien. Es que el Presidente
boliviano prefiere el odio a la indiferencia, así como dice el vals
peruano: “Odio quiero más que indiferencia/ porque el odio hiere menos
que el olvido”.
Cuesta
citarla a la ministra de Comunicación, en realidad de propaganda,
Marianela Paco, porque acaba de decir que los que voten no el 21 de
febrero, para que JEMA no se prorrogue hasta 2030, para seguir de
inquilino en el Palacio de Gobierno, son y serán “antipatriotas” y otros
adjetivos.
Lo
dicho por aquella funcionaria pública confirma la tesis de un estudioso
francés que dice que la publicidad comercial y la propaganda política
—que es lo que hace M. Paco— tienen una dosis de mentiras. Desde aquel
Ministerio de Comunicación (léase de Propaganda) las mentiras que se
propagan son cotidianas.
Una
mentira monumental es la del Vicepresidente, teórico de pacotilla.
Aquél, en una escuela paceña, ante niños del ciclo primario afirmó: que
el mar sólo podía conseguirse si JEMA seguía como Presidente.
Sensiblemente, todavía sectores populares creen en esas mentiras
destinadas a reforzar el endiosamiento del caudillo, convertido en
“héroe”.
Una
mentira, como aquélla, los gobernantes de Bolivia tratan de convertir
en verdad, ni más ni menos como buscaba hacer y hacía, en su tiempo y en
su espacio, el Ministro de la Propaganda de Hitler.
Además
de eso hay otro elemento quizá más importante que el anterior: el
pueblo, definido por la teoría que asume y sobre todo por lo que hace,
es la fuerza motriz de todo cambio real, según masistas y sus aliados
—empresarios grandes, medianos propietarios, dirigentes sindicales y de
movimientos sociales— no es tal porque, según ellos, JEMA es el que en
esta patria y en este tiempo, de los que a diario pierden el decoro que
acaso tuvieron, es el que todo lo hace o al menos lo sugiere. Ahora,
entre nosotros, no tiene límites la personalización de la acción
política.
La
personalidad en procesos, reformista cada vez más burgués como el de
Bolivia, influye, pero, la actora de primera línea, es la gente del
pueblo.
A
propósito de la personalidad, súper dimensionada de un proceso
político, un soviético escribió que en la URSS, que dejó existir, hubo
culto a la personalidad, con Stalin; culto sin personalidad, con
Brezhnev y personalidad sin culto, con Gorbachov.
Apoyados
en esas frases, aunque no las compartimos plenamente, afirmamos que
aquí en nuestro país, hace tiempo, hay culto sin personalidad, con JEMA.
Para
nosotros aquél es un héroe con pies de barro, pies de barro que se
desmoronan por la acción del que se hace amarrar el guato del zapato y
después asegura que no impartió esa instructiva y que sus guardaespaldas
le regalan esos servicios porque lo quieren.
Pero
debemos tomarle la palabra a JEMA: éste ha dicho que si el pueblo lo
quiere votará para que lo reelijan por cuarta y por quinta vez, es
decir, hasta 2030.
Los
datos que tenemos nos llevan a sostener que son cada vez más los
bolivianos que deciden, todos los días, votar no el 21 de febrero de
2016. Esa fecha la gente del pueblo dirá su palabra: dirá no.
Consideramos
en esta redacción que JEMA sólo ganaría en esa ocasión si sus votantes
cautivos sufragan como militantes de todos los días, sin serlo en
realidad y, además, si gastan mucha plata, meten mucho miedo y hacen
mucho fraude.
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