La grandeza de John Reed reside fundamentalmente en la actitud que asumió ante la lucha proletaria universal y en el contenido revolucionario que supo prestar a toda su obra periodística y literaria. Como subraya Egon Erwin Kisch, en un ensayo sobre el autor de los “Diez días que estremecieron al mundo“, “la declaración tendenciosa de que la verdad reside en el término medio o que no hay verdad absoluta, no ejerció ninguna influencia sobre él. Desde los primeros momentos, Reed comprendió de qué lado estaba realmente la verdad. Y, sin vacilar ni un sólo instante, se colocó resueltamente a su lado“.
Como periodista y escritor, John Reed siempre ha defendido intransigentemente la causa de los pueblos oprimidos por el imperialismo angloamericano y siempre defendió con ímpetu la causa de la paz y del socialismo, bandera de la lucha del proletariado internacional.
Periodista de renombre, cuya colaboración era disputada por los mayores órganos de la prensa norteamericana, abandonó el falso brillo de una carrera burguesa para integrarse cada vez más en el movimiento revolucionario.
Ya en su primer libro de cierta envergadura, Reed revela una comprensión exacta de las causas de la revolución mexicana liderada por Pancho Villa, ya que en los cinco meses que pasó en México, supo identificar su pensamiento con las aspiraciones de un pueblo oprimido por el imperialismo yanqui. En esa época escribe la historia “Mac, el americano“, en la que el escritor estadounidense hace una crítica implacable de las relaciones entre los “yankis” y los pobres “nativos” de los países dominados por ellos económica y políticamente. De vuelta a los EE.UU., fue arrestado durante una huelga textil por protestar contra las arbitrariedades de la policía.
En prisión escribió “El hotel del Sheriff Radcliffe“, denunciando el sistema penitenciario estadounidense. Ese folleto causó sensación. Desde entonces, no cesó jamás la militancia política del escritor; que pasó a desarrollar, a través de conferencias y artículos, una intensa campaña contra la “Standard Oil Company“, por el hecho de que esta empresa había ordenado asesinar a varios huelguistas en los pozos de petróleo de Bayona y Colorado.
Rockefeller, uno de los dueños de la “Standard Oil Company“, presentó una demanda contra los periódicos que publicaban los artículos de John Reed, pero esta demanda no pudo progresar porque los propios tribunales se vieron obligados a reconocer la exactitud de las alegaciones formuladas por el famoso periodista.
En 1914, debido a la guerra mundial, John Reed se va a Europa como corresponsal de varios periódicos yankis. Estuvo en los Balcanes y en diversos teatros de operaciones y de allí trajo material para su libro “La guerra en la Europa occidental“, que es una denuncia elocuente contra la guerra y el militarismo.
En ese mismo año hizo su primer viaje a Rusia, pero al llegar fue arrestado por haber afirmado que las autoridades zaristas eran responsables de la organización de los pogromos antisemitas. De vuelta a EE.UU. comenzó a trabajar en la redacción del periódico “The Liberator“. Un artículo suyo titulado “Prepara a tu hijo para la camisa de fuerza“, hizo que el periódico fuese cerrado y sus editores detenidos. Pero John Reed consiguió escapar y subirse a un barco hacia Rusia, donde pretendía seguir de cerca el desarrollo de la revolución de Kerensky.
Con la revolución rusa en marcha ante sus propios ojos, John Reed vió de forma más clara y precisa de qué lado estaba la verdad y la justicia. Él mismo dijo, en el prefacio de “Diez días que estremecieron al mundo“, terminado a principios de enero de 1919: “En vista de esta lucha, no me mantuve neutral, porque simpatizaba con una de las partes. Sin embargo, cuando escribí la historia de los acontecimientos, procuré ser sólo un reportero con conciencia, comprometido con la verdad“. Este libro, en el que Reed revela todo su amor a la verdad y toda su simpatía a la causa del proletariado, es al mismo tiempo un gran documento histórico y una gran obra literaria.
Lenin, el genial guía de la revolución proletaria, no ocultó su entusiasmo por la obra de Reed. Dijo: “Después de haber leído, con inmenso interés e inalterable atención hasta el fin, el libro de John Reed, “Diez días que estremecieron al mundo”, desde el fondo de mi corazón lo recomiendo a los obreros de todos los países. Quisiera que este libro fuese distribuido por millones de ejemplares y traducido a todas las lenguas, ya que ofrece un cuadro exacto y extraordinariamente útil de acontecimientos que tan grande importancia tienen para comprender lo que es la revolución proletaria, lo que es la dictadura del proletariado. Estas cuestiones son hoy objeto de discusión general; pero, antes de aceptar o rechazar las ideas que encarnan, es indispensable comprender toda la significación del partido que con relación a ellas se tome. El libro de John Reed, sin duda alguna, ayudará a esclarecer este fundamental problema del movimiento obrero universal“.
Con ese libro, John Reed no nos dio sólo un documento verídico, una magnífica obra de arte, sino también un instrumento de lucha para el proletariado de todo el mundo.
Después de la victoria del proletariado ruso, Reed ocupó el cargo de Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores, siendo uno de los encargados de la propaganda en los países de habla inglesa. Erwin Kisch dice que ese período “el escritor se convirtió en un verdadero soldado de la Revolución, tanto es así que, tras ser disuelta la asamblea constituyente por lo bolcheviques, cuando se esperaba un golpe de los socialistas revolucionarios con el apoyo de otras facciones abiertamente reaccionarias, Reed, con el fusil al hombro, se unió a la guardia que protegía el edificio del Comisionado de Asuntos Exteriores“.
De vuelta a los EE.UU., pasó a la lucha, por todos los medios, contra la intervención militar en Rusia y en contra el bloqueo económico organizado por los países capitalistas. Organizó mitines, dio conferencias, tratando de explicar al pueblo americano el verdadero sentido de la Revolución Rusa. Como consecuencia de sus actividades políticas sufrió, durante este período, varias detenciones y juicios, siendo condenado en uno de estos a cinco años de trabajos forzados. Pero cuando la sentencia fue promulgada, Reed estaba de nuevo en Rusia como delegado norteamericano al II Congreso de la Internacional Comunista.
Incapaz de volver a su país, el escritor pasa a trabajar activamente con sus camaradas rusos. Al regresar de un Congreso de los Pueblos del Este, celebrado en Bakú, John Reed se ve afectado por una gran enfermedad y muere pocos días después, el 17 de octubre de 1920, precisamente tres años después de los gloriosos días de Octubre que él tan bien había sabido interpretar y describir. Murió con 33 años de edad, pero su vida, tan abruptamente cortada, era un ejemplo de lucha y combate por la causa de la paz y el socialismo. John Reed supo ser un gran escritor y un valiente soldado de la Revolución y es por eso que su cuerpo descansa hoy en la Plaza Roja de Moscú, en ese lugar, en que según sus propias palabras, es “un lugar sagrado, el más sagrado de toda Rusia, porque en el descansan nuestros mejores camaradas“.
Traducido por “Cultura Proletaria” de la revista “Fundamentos”, nº30, Noviembre de 1952.
No hay comentarios:
Publicar un comentario