sábado, 28 de noviembre de 2015

La nueva unidad del pueblo que construimos votará en contra de la reelección

Para nosotros el proceso de cambios en Bolivia nunca alcanzó la estatura de una revolución democrática y cultural. Sostuvimos y sostenemos que aquí hubo y hay reformas, avanzadas al comienzo y, ahora, cada vez más burguesas y que, por tanto, pierden su filo popular.
Incluso los gobernantes, el Presidente en particular, habla cada vez menos de su presunta revolución democrática y cultural, así como el Vicepresidente parlotea sólo de cuando en cuando del socialismo comunitario.
Algunos que apoyan, desde la izquierda, al denominado proceso de cambios admiten en voz baja que en nuestro país hay reformas, pero que eso es lo que se puede hacer. También existen los que aseguran que a lo que apoyan y a lo que se debe apoyar es al proceso de cambios, el que pertenece a todo el pueblo boliviano y por el que hemos luchado décadas, añaden.
Para otros, también de izquierda, los que salieron del gobierno creían en dos planteamientos que ellos se encargaban de difundir: que el Presidente debía “reconducir” el proceso de cambios y que a pesar de las contramarchas el proceso de cambios era revolucionario. Unos y otros —entre los que están los librepensantes o los librepensadores—rompieron con ese su pasado común con los gobernantes y en este período comparten cada vez más las aspiraciones y las luchas de explotados y oprimidos, con el pueblo: por cierto que no hablamos de las excepciones, entre aquéllos, que están en otra cosa.
A propósito del concepto pueblo nosotros compartimos el parecer de Fidel Castro sobre el pueblo inserto en su alegado político y jurídico: La historia de absolverá.[1]
Entre los gobernantes bolivianos hay los que apoyan la tendencia llamada pachamámica, la que encabeza el actual Canciller de Bolivia que, para decepción de los que esperaban más de él, es uno de los que alienta la unidad de los inquilinos del Palacio Quemado con gente de la izquierda y de la derecha. Otros apoyan al Vicepresidente, al que lo consideran “académico”, en los cuatro costados del planeta, pero que hace al menos cinco años dijo que el proceso de cambios en nuestro país llegó hasta el lugar entonces posible, ante la reprobación de sus colegas sociólogos reunidos en un congreso suyo en Cochabamba.
Sobre la alianza de los masistas con la izquierda y la derecha, el primer sustituto de JEMA en la jefatura en el MAS, en una reunión de la izquierda latinoamericana, al día siguiente de la posesión del actual Presidente durante su primer mandato, abiertamente, avisó que su partido (el MAS) se unía con la izquierda y con la derecha para servir al pueblo.
Por eso nosotros nos permitimos hacer una precisión, incluso respecto de los que aseguran que es anacrónico, ahora, hablar de la izquierda y de la derecha. Nosotros sostenemos que las corrientes y partidos políticos se diferencian entre sí porque unos sirven al pueblo y son de éste, frente a los otros que no sirven consecuentemente al pueblo, aunque digan que lo hacen. Otra brecha que separa a esos bloques es que unos son antiimperialistas durante la mayor parte de su vida (y en los hechos) y otros son antiimperialistas inconclusos, con frecuencia, sólo lo son en las palabras. Una tercera distancia entre esos dos grandes grupos está en que unos, como el actual Presidente, aseguran que el capitalismo es un cáncer, pero siguen aliados a él y con su política en primer lugar favorecen a esos grupos económicos (un ejemplo es el acuerdo gobernantes-empresarios de la CAO, con el que se benefician principalmente los patrones agroindustriales, sobre todo los cruceños). Una cuarta surptura es la que se configura así: los gobernantes tratan de hacernos creer que defienden los derechos de la madre tierra, pero toleran el saqueo de ésta e incluso ellos la promueven; en cambio, los otros están en la trinchera de la defensa efectiva, por ejemplo, de las reservas naturales (y los territorios) para indígenas y para todos los bolivianos, y se trata de la defensa es de las áreas protegidas, las que no son un invento yanqui, como equivocadamente dijo el ministro Choquehuanca en la reunión sobre la tierra que se realizó en Tiquipaya (Cochabamba) el último 12 de octubre. Tan equivocado le pareció ese dicho del Ministro de Relaciones Exteriores boliviano que el premio Nobel de la Paz, Pérez Esquivel, le salió al frente para rectificarlo.
Desde este espacio editorial y desde otros lugares, hace dos años, planteamos construir la nueva unidad del pueblo boliviano, que sea de veras y en la realidad, democrática, popular, plurinacional, antiimperialista y revolucionaria.
Esta propuesta, que es de tantos otros bolivianos que la formularon y la convierten en realidad visible, unidad que todavía tiene lugar en círculos menores, pero cada vez más consecuentes y en desarrollo.
Ante el referéndum para aprobar o no la reforma constitucional que los oficialistas pretenden que le abra el paso a la reelección de JEMA por cuarta vez, es decir, que prolongue su mandato presidencial hasta 2025 —nosotros suponemos que sería al menos hasta el 2030[2]— la nueva unidad del pueblo que sugerimos y que ayudamos a construir, desde estas páginas y en la práctica, debemos propagandizar la necesidad de que votemos NO el 21 de febrero de 2016.
Algunos compañeros que consideran que el actual Presidente ya no debe ser reelecto, sin embargo, dicen que nada harán para que la gente del pueblo vote NO aquella fecha. Respetamos esa postura, pero nos parece inconsecuente porque cede ante ligera sindicación de los oficialistas que dicen que los que votemos NO en aquella ocasión haremos lo mismo que la derecha.
Nosotros respondemos que nuestra acción respecto del referéndum de febrero de 2016 ocurrirá como dice aquella hermosa cueca referida a la Revolución democrática burguesa de 1952 en nuestro país: “Desde su sendero/ pelea el guerrero,/ desde mi sendero/ peleo yo”.
Si estamos con el pueblo no tenemos que buscar ni siquiera una convergencia con la derecha para votar NO el 21 de febrero de 2016. Sin embargo, nuestra decisión electoral y la campaña que realicemos no tiene que ser clandestina sino abierta, y con el fervor que no tienen los oficialistas.
Y a propósito de la derecha, es necesario decir que la millonaria, tipo empresarios de la CAO o los banqueros —esos que dicen que con Evo Morales hacen más plata que nunca— tienen una alianza con el gobernante boliviano, la que quizá no sea hasta la muerte, pero funciona, de manera que esa derecha, aunque no lo diga abiertamente, votará SÍ por su aliado el 21 de febrero del próximo año.
Hasta este momento esa derecha —que existe en todo el país, como Sánchez, ex Presidente de los empresarios privados que hace tiempo propuso un pacto con los indígenas— no ha dicho que realizará propaganda y/o campaña por el SI, pero ese comportamiento no debe desorientarnos porque no menos que ocurrirá con esas fracciones empresariales y derechistas es que permanezcan neutrales.
El bloque 1. El oficialismo, actualmente, está integrado por los llamados movimientos sociales (COB, FSTMB, CSUTCB, “Bartolinas”, colonizadores), el masismo, los gobernantes y empresarios (derecha económica y política) que buscarán la reelección de JEMA.
Bloque 2. La nueva unidad del pueblo que se constituye, a pesar de todas las dificultades, es y será el instrumento para la verdadera revolución en Bolivia.
Bloque 3. Las otras fracciones empresariales y derechistas que no están en el gobierno ni tienen acuerdo con los gobernantes. Si esas fracciones de empresarios y derechistas tuvieran más claro el lugar de sus intereses ya hubieran establecido un pacto con los gobernantes…
Los sectores más avanzados del pueblo, de los que nos consideramos parte, reconstituyen una nueva unidad para la revolución democrática, popular, plurinacional, antiimperialista y revolucionaria pendiente. Para ampliar y seguir, por ese camino propio del pueblo, éste de manera creciente votará NO el 21 de febrero.

[1] Para el líder de la Revolución cubana pueblo es: “Nosotros llamamos pueblo —dijo Fiel en su alegado político y jurídico— si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto compartiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedra; a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos del patrón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el despido, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba; a los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, planta un cedro o un naranjo porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse; a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones y que tan mal se les trata y se les paga; a los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas, arruinados por la crisis y rematados por una plaga de funcionarios filibusteros y venales; a los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etcétera, que salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas, sordas al clamor y a la súplica. ¡Ése es el pueblo, cuyos caminos de angustias están empedrados de engaños y falsas promesas, no le íbamos a decir: «Te vamos a dar», sino: «¡Aquí tienes, lucha ahora con toda tus fuerzas para que sean tuyas la libertad y la felicidad!»

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