¿Es Clausewitz, oficial prusiano del siglo XIX, el teórico de la guerra popular?
¿O bien se trata de Mao Tse-tung, dirigente comunista que sintetiza
la práctica de las masas y la experiencia del movimiento comunista
internacional?
Tal es la cuestión que se plantea implícitamente en el libro “Clausewitz y la Guerra Popular” de T. Derbent y publicado por Ediciones Aden de Bélgica.
El libro en cuestión es muy claro al respecto: Mao Tse-tung es un
lejano sucesor de Clausewitz, y sin embargo no es digno de ello el
vietnamita Giap, el mismo autor es el originario del opúsculo “Giap y Clausewitz“.
No hace falta decir que la tesis de Derbent es absolutamente
intolerable y muestra una confusión absoluta entre la revolución de tipo
nacional, que fue presentada en el siglo XIX y la revolución socialista
o de nueva democracia, que fue presentada en el siglo XX.
Y de hecho, la tesis de Derbent sobre Giap muestra muy bien cómo la
revolución vietnamita no ha sido, de hecho, una revolución democrática,
sino solamente una especie de revolución de tipo nacional, que fue
diseñada para repeler al invasor sin tocar, básicamente, la base social
del país.
Primero aborda claramente los hechos correspondientes a la teoría de
Clausewitz y sus diferencias con el marxismo-leninismo-maoísmo.
Según Clausewitz, “la guerra no es más que un duelo en una escala
más amplia… un acto de violencia para obligar al enemigo a acatar a
nuestra voluntad“.
Eso no es en absoluto el punto de vista comunista. La guerra popular no pretende “obligar al enemigo a acatar a nuestra voluntad“.
Se trata de aniquilar al adversario, que es muy diferente, y eso es
lo que justifica la crítica al revisionismo nepalí: la Guerra Popular en
Nepal no llegó a su final y se contentó con hacer presión sobre el
Estado, para que este último abandone su forma monárquica e integre a
los partidarios de Prachanda.
De la misma manera, Clausewitz no tiene ninguna interpretación
materialista de los protagonistas de la guerra; dijo al respecto: “es siempre el choque entre dos fuerzas vivas“.
Una vez más, esto no es comunista. Según la ley universal de la
contradicción, lo nuevo prevalece sobre lo viejo, y por lo tanto no sólo
son dos “fuerzas vivas”, sino una nueva fuerza y frágil en plena
expansión, frente a una vieja fuerza aún fuerte, pero que se desintegra.
Por la misma razón, Clausewitz se sitúa fuera del materialismo destacando “la aleatoriedad y la probabilidad“,
ya que estos criterios no tienen sentido si ambos protagonistas tienen
la misma naturaleza, tesis que es contraria a la dialéctica.
De hecho, Clausewitz es el principal teórico de la burguesía y de su
visión de la contra-insurreción, ya que aboga por una línea flexible,
capaz de adaptarse a las formas siempre cambiantes, es decir, aquí
expresa la teoría burguesa tratando de lidiar con algo imprevisible y no
comprensible, características, de hecho, de la guerra popular para la
burguesía.
Cuando Clausewitz afirma que “la guerra es la actividad humana que más se parece a una baraja de cartas”,
esto corresponde exactamente a lo máximo de que la burguesía puede
alcanzar: se puede enfrentar a la guerra popular, pero no entiende que
es por razones históricas.
Por eso Clausewitz dice que “la guerra popular, como cualquier cosa vaporosa y fluida, no debe condensarse en ninguna parte en un cuerpo sólido”.
La guerra popular es todo lo contrario, lo inverso: es la
condensación material del movimiento histórico realizado por el
proletariado.
Es por eso que la guerra popular es prolongada, realidad que no es
abordada, en absoluto, por T. Derbent en sus dos obras que presentan la
lucha armada como una “técnica” neutral.
Según el marxismo-leninismo-maoísmo, la guerra popular de caracter
prolongado es la naturaleza de su lucha (lo nuevo contra lo viejo),
naturaleza que se concreta materialmente según con las condiciones
concretas del país.
Así, T. Derbent atribuye un valor esencial a la victoria de Dien Bien
Phu, considerada como un modelo de “batalla decisiva” de la teoría de
Clausewitz, es decir, desmoralizar al enemigo y obligarlo a abandonar.
Pero la victoria de Dien Bien Phu, según el materialismo, no puede
presentar un carácter “aparte”, siendo el objetivo la toma del poder en
todo el país. Aquí vemos la diferencia entre la concepción comunista,
tal como existía en China, y la que predominó en Vietnam y llevó
finalmente a este país a convertirse en un satélite del
socialimperialismo ruso.
La revolución china fue una revolución democrática que convirtió la
victoria en una revolución socialista, mientras que en Vietnam la lucha
era considerada una “revolución nacional”.
En el libro de Derbent, Giap responde a la cuestión de cuál es el factor político: “En
primer lugar el patriotismo, el orgullo nacional, el deseo de liberar
el país. Nuestra revolución es en primer lugar nacional. Luego es
democrática. Nuestro Partido ha desencadenado la revolución agraria en
plena guerra“.
Esta concepción es exactamente la del Partido Comunista de Francia
durante la segunda guerra mundial imperialista y la de Prachanda en
Nepal.
También es la del IRA en Irlanda, donde Derbent saluda esa línea como
la línea no perseguída por el ejército británico, ¡pero asegura que la
burguesía británica decidió retirarse de Irlanda!
Derbent incluye también la lucha vietnamita y la saluda de manera
similar, sin ver que en este caso no hay una revolución democrática,
sino simplemente una “revolución de tipo nacional” del siglo XIX,
liberando el país militarmente, pero no socialmente, como de hecho
muestra igualmente la revolución kemalista en Turquía, la revolución
iraní de 1979, etc.
De hecho, hoy en día en Afganistán los talibanes tienen exactamente
esta línea que consiste en la “guerra de desgaste”, presioniar a las
tropas debido al excesivo coste de la guerra.
Esta concepción es falsa ya que se olvida de la naturaleza de los
países semicoloniales y semifeudales; esta concepción niega simple y
plenamente la experiencia histórica que ha demostrado que los países
oprimidos por el imperialismo son casi todos convertidos formalmente en
“independientes” y no tienen tropas extranjeras en su territorio,
mientras que los demás están encadenados a su condición de oprimido, su
naturaleza es precisamente semicolonial y semifeudal.
Es por eso que la guerra popular no tiene nada que ver con la
concepción anti-materialista de Clausewitz y la línea militar del
Partido Comunista del Perú lo explica así:
“Es una ley en contra de la revolución -para aplastar la
revolución- que da rienda suelta a las campañas de “cerco y
aniquilamiento” en contra de cada unidad del Ejército Guerrillero
Popular o contra las bases.
Las operaciones del Ejército Guerrillero Popular toman la forma
de contracampañas y el Presidente Mao estableció nueve pasos para
aplastar una campaña de cerco y aniquilamiento: 1) La defensa activa; 2)
la preparación una contracampaña; 3) la retirada estratégica; 4) la
contraofensiva estratégica; 5) el inicio de la contraofensiva; 6) la
concentración de fuerzas; 7) la guerra de movimiento; 8) la guerra de
decisión rápida; y 9) la guerra de aniquilación“.
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