Desde su fundación del 30 de abril
de 1948, la OEA, ha sufrido varias metamorfosis: primero se estableció como
instrumento regional de defensa en contra del peligro de la expansión del
comunismo y segundo en contra de las tendencias expansionistas de los imperialismos europeos que llevaría a la Segunda Guerra Mundial.
Debido a la
política norteamericana, América, fue vista siempre como el “patio trasero” de
los EE.UU. reducido al nivel de proveedor de materias primas que le permitieron
sustentar su capacidad de desarrollar una monstruosa máquina de guerra y
constituirse en el gendarme del mundo. Para cumplir esta función, la OEA debía
asimilar la política internacional del Imperio que imponía una férrea disciplina
a sus miembros, porque de esto, dependía la seguridad interna de los EE.UU en
su área de influencia y la provisión de materias primas.
Esa política
generalizó la aplicación de políticas regionales, como el Plan Triangular y en
materia de seguridad, la militarización del Poder político con el fin de
contener la supuesta exportación de la experiencia guerrillera de Cuba. Frente
al fracaso de las políticas desarrollistas aplicadas conforme a las recetas del
FMI y el BM, y la eclosión simultánea de movimientos de izquierda, las burguesías
locales aceptaron a pies juntillas las instrucciones de la CIA y atizaron los odios nacionales a fin
de viabilizar la entronización de los
gobiernos militares dictatoriales y la doctrina de la Seguridad Nacional.
Pero los tiempos han cambiado y los
latinoamericanos, han descubierto que no hay mejor camino para resolver los
problemas nacionales del desarrollo, que los caminos de la democracia. Esta
reacción tardía pero oportuna se la aplicó al margen de la voluntad hegemónica
del Imperio e incluso en contra de su voluntad. Junto con ese desarrollo de ese
grado de conciencia, conjuntamente la aparición de proyectos nacionales
antimperialistas, y como consecuencia necesaria, se desarrolló en el continente
el surgimiento de proyectos contestatarios democráticos que desplazaron a los
gobiernos militares y junto con ellos, las
vinculaciones con el gobierno norteamericano. La OEA,
en lo regional, era la oficina de asuntos internos de los Estados Unidos
respecto de sus colonias de América Latina.
Este despertar, produjo como consecuencia, la formación de nuevos
instrumentos financieros y de integración regional, como UNASUR, el MERCOSUR y
otros, cuyos objetivos eran buscar los caminos del desarrollo basado en la
naturaleza desigual del desarrollo latinoamericano, de tal suerte que los
países de mejor suerte, promovieron el desarrollo de los países menos
desarrollados. En estas condiciones del
desarrollo de las relaciones internacionales de América del Sud, se producen
los problemas internos de Venezuela, entretejidos con los intentos del Imperio
de recuperar sus esferas de influencia.
La caída del Muro de Berlín, no terminó
con las contradicciones regionales, sino que en algunos casos, los incentivó,
como en el caso de los Balcanes. Por
otro lado, la izquierda reformista, como en el caso de Nicaragua, Ecuador, Chile,
Argentina, Brasil y Uruguay, y por otra parte Cuba comenzaron a buscar sus propios
mecanismos de integración al margen de los Estados Unidos, es decir, fuera de
la OEA propiamente dicha, porque la creación de la OEA estaba basada en otros
presupuestos de equilibrio regional política, que buscaba los caminos del
desarrollo en la medida en que el Imperialismo era capaz de producir excedentes
que exportaba hacia la periferia.
En la época actual, a los países
latinoamericanos, sobre todo a los que han elegido el camino de la construcción
de la "democracia", les interesa una nueva forma de ver el desarrollo regional y
pero no les interesaba el problema de la “seguridad regional” del Imperialismo
militarista.
La Reunión del Consejo de
Seguridad de la OEA que se ha llevado a cabo en
días pasados, ha puesto en el tapete una nueva etapa de la lucha
regional en contra del sometimiento a los dictados del Imperio. Aparentemente,
la OEA se parcializó con Venezuela; pero lo que realmente ocurrió fue un duro
análisis de la realidad política regional actual, porque condenar abiertamente
al gobierno de Maduro, hubiera significado estar de acuerdo con el proyecto del
Imperio de someter por la fuerza el proyecto político post Chávez que Maduro
lleva con el objeto de profundizar las conquistas sociales, con todos sus
errores y contradicciones, como una nueva etapa del proyecto imperialista de un
nuevo tipo de Golpe de Estado, basado en la exacerbación de las contradicciones
sociales emergentes de la aplicación del modelo chavista.
Pero el proyecto
Imperialista, no es nuevo: por eso el peligro que significa para la región y
los proyectos nacionales antiimperialistas que emergen en la mayor parte de
América Latina y el mundo entero. El imperio ha probado la eficacia de su nueva
estrategia en el Magred que logró mediatizar a pesar de la energía que había
desplegado en sus orígenes. Derechizó el proceso de Egipto y creó, gracias al
respaldo de las fuerzas de sectores reaccionarios y conservadores, la crisis de
Siria. Por eso, condenar a Maduro, hubiera significado un respaldo directo o
no, en favor del proyecto imperialista. Es cierto que Maduro ha cometido
errores y grandes errores. Primero porque aunque políticamente la continuidad
del proyecto chavista era adecuado, no era la forma como encaró el problema y
los problemas emergentes de la titularidad del Poder a la muerte de Chávez
relacionadas con la herencia de crisis económica heredada de Carlos Andrés
Pérez.
La historia nos ha enseñado que
proceso que no avanza, retrocede. Por eso, estaba condenado a profundizar el
proceso en dirección al fortalecimiento de las bases obreras y populares del
chavismo de tal suerte que el pueblo acceda a los medios de administración del
Estado, es decir, al Poder Estatal, en
alianza con campesinos, con respaldo de las Fuerzas Armadas.
No es posible
concebir ninguna clase de revolución a espaldas del pueblo: las fuerzas armadas
no pueden asumir la tutela de la revolución, sino el pueblo mismo en alianza
con los sectores campesinos, los intelectuales y la solución pronta de los problemas de la
estabilidad económica, la producción, la provisión de alimentos y la seguridad
ciudadana. Sin embargo, los Estados tienen la facultad, en democracia, de
resolver sus propios problemas; pero lo que ocurrió, es que el Imperialismo
para el que el acaparamiento de los recursos naturales de los países es una
necesidad vital para promover el inicio de la solución de los problemas creados
por la crisis de la inmobiliarias, era una necesidad vital y de primera
importancia y que, en términos del análisis marxista, la crisis inevitable, es
parte de las crisis cíclica del capitalismo. Si, en esas condiciones la OEA
hubiera resuelto condenar, de una u otra manera a Venezuela, hubiera puesto
sobre las cabezas de las democracias regionales, la espada de Damocles del
“Golpe Institucional”, que ya defenestró a los gobierno de Zelada en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay.
Lo
que hasta ahora hizo la política regional, ha sido fortaleces la soberanía de
los Estados de América Latina, política dentro de las cuales ha sido posible
romper con la hegemonía de los
organismos internacionales como el FMI, el BM y sus recetas y tender a la
creación de un organismo de integración
multilateral regional, sin los EE.UU. Por eso, sesionó a puertas
cerradas y se limitó a recomendar que Venezuela solucione sus problemas en el
marco de la democracia. Eso, sin duda alguna, fue un duro golpe en contra de la
reacción pro imperialista venezolana y el propio Imperio que buscaban sanciones
duras y esperaba exacerbar los odios para teñir de sangre su país. Por eso se
rasgaron las vestiduras.
La OEA, no es el organismo que
sueña Latinoamérica, porque los Estados Unidos, aun tiene la sartén por el
mango, porque tiene muchos instrumentos de coerción como el TIAR y la Doctrina
Monroe, así como las numerosas bases militares que tiene en el continente,
especialmente Colombia, con su fementido objeto de luchar en contra del
narcotráfico y es el aportante más importante.
Chile no es una taza de leche,
ni los resultados electorales de El Salvador garantizan que el Imperialismo
pretenderá, con la utilización de la misma estrategia, sacar a la calle a los
descontentos, organizar el caos, armas a los paramilitares y desencadenar el
terrorismo. Por eso, a nuestro criterio, a pesar de la gravedad de la
responsabilidad de la OEA, hay que temer más al enemigo
en asecho contra todas las democracias rescatadas después de tanta lucha. La
OEA no tenía otra alternativa que expresar su confianza en las instituciones
democráticas y el rechazo no manifiesto a toda forma de violencia desde la
derecha. Tal como se observa en los resultados de las votaciones, el Imperio
presionó, como de costumbre a los países del área, seguramente utilizando el
chantaje del sabotaje económico en contra de quienes pusieran resistencia a su
mensaje de sumisión y dominación.
El resultado de la Reunión del Consejo de
Seguridad, aunque en forma tardía, muestra que la región está el proceso de
maduración y que los Estados Unidos, pierde su capacidad de maniobra frente a
las "democracias" que han entrado en su fase de conquista del ejercicio de sus
propias perspectivas de desarrollo y fortalecimiento.
JUAN GARCÍA BARAÑADO
PARTIDO COMUNISTA DE BOLIVIA.
COMITÉ DE RECONSTRUCCIÓN
La Paz, 24 de marzo de 2014.
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