miércoles, 26 de marzo de 2014

LA REUNIÓN DE CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA OEA



Desde su fundación del 30 de abril de 1948, la OEA, ha sufrido varias metamorfosis: primero se estableció como instrumento regional de defensa en contra del peligro de la expansión del comunismo y segundo en contra de las tendencias expansionistas de  los imperialismos europeos que llevaría a  la Segunda Guerra Mundial. 

Debido a la política norteamericana, América, fue vista siempre como el “patio trasero” de los EE.UU. reducido al nivel de proveedor de materias primas que le permitieron sustentar su capacidad de desarrollar una monstruosa máquina de guerra y constituirse en el gendarme del mundo. Para cumplir esta función, la OEA debía asimilar la política internacional del Imperio que imponía una férrea disciplina a sus miembros, porque de esto, dependía la seguridad interna de los EE.UU en su área de influencia y la provisión de materias primas. 

Esa política generalizó la aplicación de políticas regionales, como el Plan Triangular y en materia de seguridad, la militarización del Poder político con el fin de contener la supuesta exportación de la experiencia guerrillera de Cuba. Frente al fracaso de las políticas desarrollistas aplicadas conforme a las recetas del FMI y el BM, y la eclosión simultánea de movimientos de izquierda, las burguesías locales aceptaron a pies juntillas las instrucciones de  la CIA y atizaron los odios nacionales a fin de viabilizar  la entronización de los gobiernos militares dictatoriales y la doctrina de la Seguridad Nacional.   

Pero los tiempos han cambiado y los latinoamericanos, han descubierto que no hay mejor camino para resolver los problemas nacionales del desarrollo, que los caminos de la democracia. Esta reacción tardía pero oportuna se la aplicó al margen de la voluntad hegemónica del Imperio e incluso en contra de su voluntad. Junto con ese desarrollo de ese grado de conciencia, conjuntamente la aparición de proyectos nacionales antimperialistas, y como consecuencia necesaria, se desarrolló en el continente el surgimiento de proyectos contestatarios democráticos que desplazaron a los gobiernos militares y junto con ellos,  las vinculaciones con el gobierno norteamericano. La OEA, en lo regional, era la oficina de asuntos internos de los Estados Unidos respecto de sus colonias de América Latina.   

Este despertar, produjo como consecuencia, la formación de nuevos instrumentos financieros y de integración regional, como UNASUR, el MERCOSUR y otros, cuyos objetivos eran buscar los caminos del desarrollo basado en la naturaleza desigual del desarrollo latinoamericano, de tal suerte que los países de mejor suerte, promovieron el desarrollo de los países menos desarrollados.  En estas condiciones del desarrollo de las relaciones internacionales de América del Sud, se producen los problemas internos de Venezuela, entretejidos con los intentos del Imperio de recuperar sus esferas de influencia. 

La caída del Muro de Berlín, no terminó con las contradicciones regionales, sino que en algunos casos, los incentivó, como en el caso de los Balcanes.  Por otro lado, la izquierda reformista, como en el caso de Nicaragua, Ecuador, Chile, Argentina, Brasil y Uruguay, y por otra parte Cuba comenzaron a buscar sus propios mecanismos de integración al margen de los Estados Unidos, es decir, fuera de la OEA propiamente dicha, porque la creación de la OEA estaba basada en otros presupuestos de equilibrio regional política, que buscaba los caminos del desarrollo en la medida en que el Imperialismo era capaz de producir excedentes que exportaba hacia la periferia. 

En la época actual, a los países latinoamericanos, sobre todo a los que han elegido el camino de la construcción de la "democracia", les interesa una nueva forma de ver el desarrollo regional y pero no les interesaba el problema de la “seguridad regional” del Imperialismo militarista.
  
La Reunión del Consejo de Seguridad de la OEA que se ha llevado a cabo en  días pasados, ha puesto en el tapete una nueva etapa de la lucha regional en contra del sometimiento a los dictados del Imperio. Aparentemente, la OEA se parcializó con Venezuela; pero lo que realmente ocurrió fue un duro análisis de la realidad política regional actual, porque condenar abiertamente al gobierno de Maduro, hubiera significado estar de acuerdo con el proyecto del Imperio de someter por la fuerza el proyecto político post Chávez que Maduro lleva con el objeto de profundizar las conquistas sociales, con todos sus errores y contradicciones, como una nueva etapa del proyecto imperialista de un nuevo tipo de Golpe de Estado, basado en la exacerbación de las contradicciones sociales emergentes de la aplicación del modelo chavista. 

Pero el proyecto Imperialista, no es nuevo: por eso el peligro que significa para la región y los proyectos nacionales antiimperialistas que emergen en la mayor parte de América Latina y el mundo entero. El imperio ha probado la eficacia de su nueva estrategia en el Magred que logró mediatizar a pesar de la energía que había desplegado en sus orígenes. Derechizó el proceso de Egipto y creó, gracias al respaldo de las fuerzas de sectores reaccionarios y conservadores, la crisis de Siria. Por eso, condenar a Maduro, hubiera significado un respaldo directo o no, en favor del proyecto imperialista. Es cierto que Maduro ha cometido errores y grandes errores. Primero porque aunque políticamente la continuidad del proyecto chavista era adecuado, no era la forma como encaró el problema y los problemas emergentes de la titularidad del Poder a la muerte de Chávez relacionadas con la herencia de crisis económica heredada de Carlos Andrés Pérez.  

La historia nos ha enseñado que proceso que no avanza, retrocede. Por eso, estaba condenado a profundizar el proceso en dirección al fortalecimiento de las bases obreras y populares del chavismo de tal suerte que el pueblo acceda a los medios de administración del Estado, es decir, al Poder Estatal,  en alianza con campesinos, con respaldo de las Fuerzas Armadas. 

No es posible concebir ninguna clase de revolución a espaldas del pueblo: las fuerzas armadas no pueden asumir la tutela de la revolución, sino el pueblo mismo en alianza con los sectores campesinos, los intelectuales  y la solución pronta de los problemas de la estabilidad económica, la producción, la provisión de alimentos y la seguridad ciudadana. Sin embargo, los Estados tienen la facultad, en democracia, de resolver sus propios problemas; pero lo que ocurrió, es que el Imperialismo para el que el acaparamiento de los recursos naturales de los países es una necesidad vital para promover el inicio de la solución de los problemas creados por la crisis de la inmobiliarias, era una necesidad vital y de primera importancia y que, en términos del análisis marxista, la crisis inevitable, es parte de las crisis cíclica del capitalismo. Si, en esas condiciones la OEA hubiera resuelto condenar, de una u otra manera a Venezuela, hubiera puesto sobre las cabezas de las democracias regionales, la espada de Damocles del “Golpe Institucional”, que ya defenestró a los gobierno de Zelada  en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay. 

Lo que hasta ahora hizo la política regional, ha sido fortaleces la soberanía de los Estados de América Latina, política dentro de las cuales ha sido posible romper con la hegemonía de  los organismos internacionales como el FMI, el BM y sus recetas y tender a la creación de un organismo de integración  multilateral regional, sin los EE.UU. Por eso, sesionó a puertas cerradas y se limitó a recomendar que Venezuela solucione sus problemas en el marco de la democracia. Eso, sin duda alguna, fue un duro golpe en contra de la reacción pro imperialista venezolana y el propio Imperio que buscaban sanciones duras y esperaba exacerbar los odios para teñir de sangre su país. Por eso se rasgaron las vestiduras. 

La OEA, no es el organismo que sueña Latinoamérica, porque los Estados Unidos, aun tiene la sartén por el mango, porque tiene muchos instrumentos de coerción como el TIAR y la Doctrina Monroe, así como las numerosas bases militares que tiene en el continente, especialmente Colombia, con su fementido objeto de luchar en contra del narcotráfico y es el aportante más importante. 

Chile no es una taza de leche, ni los resultados electorales de El Salvador garantizan que el Imperialismo pretenderá, con la utilización de la misma estrategia, sacar a la calle a los descontentos, organizar el caos, armas a los paramilitares y desencadenar el terrorismo. Por eso, a nuestro criterio, a pesar de la gravedad de la responsabilidad de la OEA, hay que temer más al enemigo en asecho contra todas las democracias rescatadas después de tanta lucha. La OEA no tenía otra alternativa que expresar su confianza en las instituciones democráticas y el rechazo no manifiesto a toda forma de violencia desde la derecha. Tal como se observa en los resultados de las votaciones, el Imperio presionó, como de costumbre a los países del área, seguramente utilizando el chantaje del sabotaje económico en contra de quienes pusieran resistencia a su mensaje de sumisión y dominación. 

El resultado de la Reunión del Consejo de Seguridad, aunque en forma tardía, muestra que la región está el proceso de maduración y que los Estados Unidos, pierde su capacidad de maniobra frente a las "democracias" que han entrado en su fase de conquista del ejercicio de sus propias perspectivas de desarrollo y fortalecimiento.

JUAN GARCÍA BARAÑADO
PARTIDO COMUNISTA DE BOLIVIA.
 COMITÉ DE RECONSTRUCCIÓN
La Paz, 24 de marzo de 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario