lunes, 5 de mayo de 2014

Rusia no tiene derecho moral a dejar a nuestros hermanos ucranianos solos frente a la escoria nazi-fascista

Los rusos no abandonan a los suyos
El 2 de mayo los criminales banderistas quemaron vivos a varias decenas de opositores a la Junta de Kiev en Odessa, mientras los “soldados” ucranianos, conjuntamente con los combatientes de “Praviy Séktor” continúan en este momento la operación de castigo en Kramatorsk y Slaviansk, asesinando a sangre fría a civiles.

Servicio de prensa del PCFR
Valeri Rashkin
Traducido del ruso por Josafat S. Comín

En estas condiciones, nuestro país no puede por más tiempo limitarse a hacer duras declaraciones y comentarios, ya vengan del Ministerio de Exteriores o del servicio de prensa de la Presidencia.

El número de víctimas de esta jauría neonazi asciende ya a decenas. Si Rusia no adopta acciones decididas e inmediatas en defensa de los habitantes del sur y este de Ucrania, frente a los escuadrones de castigo banderistas, la Junta de Kiev y sus cómplices no se detendrán ante ningún crimen, con tal de aplastar los focos de resistencia frente a la dictadura neonazi.

¿Acaso podemos seguir esperando y permitir que la tragedia de Odessa se pueda repetir en otras regiones del sur y el este? ¿Acaso tenemos derecho moral a seguir siendo meros observadores de cómo los herederos de Bandera y Shujévich fusilan y queman vivos a los habitantes de ciudades y aldeas de la hermana Ucrania?

¿Por qué no podemos defender a nuestros compatriotas en Ucrania?

¿De qué tenemos miedo? ¿De que nos acusen de azuzar el enfrentamiento civil en Ucrania?

Lean la prensa occidental y los comentarios de los dirigentes de Estados Unidos y la Unión Europea: en opinión de  Washington, Bruselas y Kiev, es precisamente Moscú el culpable en el agravamiento de la situación en el sur y este de Ucrania y del incumplimiento  de los acuerdos de Ginebra. Además cualquier crimen del autoproclamado gobierno de Kiev será incondicionalmente respaldado por ese Occidente enloquecido. Incluso, si siguiendo las órdenes de Kiev, los escuadrones de castigo comienzan a ejecutar a los habitantes del Donbass y la región de Járkov con armas atómicas.

¿Tememos que empeoren las relaciones con Occidente?

El vicesecretario General de la OTAN y antiguo embajador de Estados Unidos en Rusia, Alexander  Vershbow, ya ha dado a entender, que a partir de ahora la Alianza del Atlántico Norte considerará a Rusia su adversario y continuará su agresiva política expansionista, dirigida contra nuestro país. Lo dicen de un modo abierto, sin ningún retoque diplomático. Declaraciones en el mismo tono, vienen de boca de los principales líderes occidentales. Ese empeoramiento irreversible de la relaciones con Occidente, es un hecho que ya se ha producido y que es imprescindible que tengamos en cuenta.

¿Tememos la aplicación de nuevas sanciones?

Los amos de los lobbies del sector gasífero y petrolífero no permitirán a los dirigentes de Estados Unidos una bajada drástica e inmediata de los precios del petróleo (como sucediera en aquel lejano 1979), pero la exclusión de Rusia del mercado energético europeo ya ha comenzado y ni Washington y Bruselas renunciarán a esos planes sea cual sea el desarrollo de los acontecimientos. La situación que se ha creado ya no variará por muchas concesiones que hiciese Moscú. Rusia necesita urgentemente reorientar las relaciones de su comercio exterior hacia países amistosos, ante todo asiáticos, ya que la balanza comercial con Europa, en cualquier caso irá inevitablemente a la baja.

En otras palabras, la nueva guerra fría entre Rusia y occidente es inevitable. Y la principal garantía de éxito en esta guerra será la fuerza y la defensa de nuestros principios. Rusia puede vencer en este conflicto global que le han desatado de una vez y para siempre, dando a entender a sus aliados en todo el mundo que nosotros ya no vendemos, abandonamos ni traicionamos a nuestros amigos, independientemente del punto del globo terráqueo en el que se encuentren.

Precisamente por ello llamamos a los dirigentes de nuestro país a que de un modo inmediato:

   1) Reconozcan las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk en calidad de sujetos independientes de las relaciones internacionales, para prestar la máxima colaboración a los gobiernos populares de esas repúblicas. Respalden por todas las vías posibles el proceso de autoorganización de la población en la configuración de las estructuras de autogobierno en otras regiones de Ucrania, que no desean subordinarse al gobierno criminal de Kiev, que ha desatado la guerra contra su propio pueblo;
    2)   Iniciar en todas las máximas instancias internacionales la investigación de los crímenes del autoproclamado gobierno de Kiev y sus cómplices (comenzando por los asesinatos de los miembros del “Berkut” y los empleados de las oficinas de la sede del Partido las Regiones en Kiev y terminando por el asesinato premeditado de civiles en Odessa). Poner fin a la participación de Rusia en todas las instituciones, que estén respaldando las operaciones de castigo contra población civil del sur y este de Ucrania (sobre todo con el FMI);
   3)   Cesar cualquier tipo de colaboración con la Alianza del Atlántico Norte, quienes abiertamente han declarado a Rusia su enemigo;
   4)   Destituir al Consejo de ministros incapaz y prooccidental de Medvédev y conformar un gobierno que cuente con la confianza popular, capaz de responder a los desafíos económicos y políticos que enfrenta nuestro país, de un modo profesional y digno.
    5)   Adoptar todas las medidas necesarias para terminar con las zonas offshore y la dolarización de la economía nacional, incluyendo la “nacionalización” del Banco Central y la retirada de todos los activos de las cuentas en euros y dólares que tengamos en países de la OTAN, llevándolos a Estados neutrales.
De la aplicación completa y operativa de las medidas que acabo de indicar, depende, sin ánimo de exagerar, el futuro de nuestro país y su lugar en el nuevo orden mundial. Si a la hora de elegir entre la nueva guerra fría y el deshonor, el actual gobierno de Rusia después de todo, opta por lo segundo e intenta encauzar las relaciones con Occidente a precio de entregar el control del sur y este de Ucrania a la Junta banderista (y cualquier otra variante no satisfará ni a Washington ni a Bruselas), incluso con ese desarrollo de los acontecimientos no se conseguiría evitar la nueva espiral de confrontación global en el eje Rusia-Occidente. Además difícilmente podría un país que hubiese perdido su rostro y traicionado a sus compatriotas ganar en esa guerra.

Los dirigentes de nuestro país necesitan de una vez y para siempre entender que el tiempo de las decisiones sencillas y los vaivenes geopolíticos ha quedado atrás para siempre. En Ucrania en estos días se decide el destino de nuestro país: o bien Rusia pone fin definitivamente a la época de la deshonra nacional, iniciada por Gorbachov y Yeltsin, y responde de un modo proporcional al desafío de ese Occidente enloquecido, o bien capitula bajo la presión de los EE.UU. y la UE, y se priva por completo de cualquier perspectiva histórica de soberanía e independencia.


Nuestros “socios estratégicos” simplemente no nos han dejado variantes intermedias, ni tibias, de la resolución de la crisis ucraniana.

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